En
el año 1930
la ciudad de Jerusalén estaba llena de pegregrinos de todas las
naciones y religiones. El siquiatra Heinz Herman descubrió entre
sus pacientes una marcada sensibilidad a la religión y a la fe.
Había tenido que tratar a gente que se creía ser una reencarnación
del Mesías o creían que San Juan Bautista o María
Magdalena los habían elegido como mensajeros. Llamó a esa
enfermedad el síndrome de Jerusalén.
Los síntomas eran una urgente necesidad de lavarse y de vestirse
con ropa blanca. Muchos que habían venido en grupos o con sus familias
los dejaban, se sumergían en fuentes y en arroyos. Tenían
visiones y oían voces.
La ciudad de Jerusalén no deja a nadie indiferente. La ciudad que
es sagrada para las tres religiones monoteístas del mundo es hoy
una ciudad dividida con un futuro incierto. Tanto los palestinos como los
judíos reclaman la ciudad como su capital.
En el año 2002 los arquitectos israelíes Rafi Segal y Eyal
Weizman ganaron un concurso que consistía en preparar una exposición
y un catálogo acerca de la arquitectura israelí. Su propuesta,
que consistía en analizar el rol de la arquitectura israelí en
el conflicto de Medio Oriente, no fue aceptada y con la excusa de problemas
económicos la exposición fue suspendida. 5000 ejemplares
del ya impreso catálogo fueron destruidos.
La tesis de Eyal Weizman, que él ha desarrollado en un ensayo llamado "La
política de la Verticalidad", consiste en afirmar que la arquitectura
israelí ha jugado un papel preponderante a lo largo de toda la historia
de Israel, desde 1949 hasta nuestros días.
Weizman ve la construcción de Israel como un proyecto inmerso en
la Modernidad, que se ve a sí mismo como la antítesis de
la barbarie. La sociedad medieval representada por el Islam tiene que ser
obliterada para dar lugar a ciudades brillantes y anchas carreteras. Este
era el sueño de Marinetti y de los futuristas, una tierra en donde
la velocidad y el espacio dieran a sus habitantes la máxima felicidad.
En los sucesivos proyectos de estado Palestino que se han discutido
en Camp David,
en Oslo y en Taba, hay un denominador común, Israel conserva el control
del espacio aéreo y de las reservas de agua subterráneas. El concepto
de soberanía, en donde un estado tiene el control sobre tres planos, tierra,
aire y los yacimientos minerales o reservas de agua debajo de la tierra es cuestionado
si las demandas de Israel son reconocidas.
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Con
ayuda de una sofisticada matriz de caminos, puentes, muros y carreteras
Israel construye un sistema que encierra a los palestinos en guetos
y a los asentamientos
judíos detrás de barreras electrónicas. Los controles
de caminos imposibilitan a los palestinos moverse libremente entre sus
enclaves y ciudades.
Pero además de las explicaciones religiosas y escatólogicas la
función de la arquitectura se muestra en varios niveles, el agua y el
sistema de cloacas que corre a través de Gaza y Cisjordania son también
parte de una detallada matriz de control, como el antropólogo americano-judío
Jeff Halper sostiene.
El ensayo de Weizman es fascinante, a través de una narrativa en donde
los cartógrafos y urbanistas mueven los colonos y los asentamientos
como si fueran piezas de ajedrez, se entiende entonces la estrategia que consiste
en la demora o imposibilidad del surgimiento de un estado palestino y que establecen
y perpetúan la dominación israelí sobre la región.
Como
los viejos castillos de los cruzados los asentamientos, situados
en la cima de las montañas, se convierten en fortalezas panópticas
en donde los soldados y los guardias pueden controlar desde arriba
los moviemientos en los valles en donde los pueblos árabes se
sitúan.
La arquitectura que traza líneas y construye barreras y puentes y carreteras
para impedir el contacto entre dos poblaciones es una aberración.
El sueño de la gran Jerusalén y del gran Israel dominan todavía
el discurso en el Medio Oriente.
el ensayo de Eyal Weizman, "Politics
of Verticality" puede ser leído en www.opendemocracy.net
Fotos del Muro se pueden ver en el sitio http://this.is/TheWall
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